Thursday, October 13, 2016

Race day.

Nunca le he puesto demasiada atención al Día de la Raza. Me parecía (y me sigue pareciendo) una de esas fechas oficiales que sirven casi únicamente para que los burócratas se tomen el día libre.

Pero vale la pena, tal vez, dedicarle unos momentos a pensar al respecto. El Día de la Raza conmemora, de manera más o menos legendaria, el avistamiento de tierra de Rodrigo de Triana en 1492-- el comienzo del “descubrimiento de América”. Desde luego, ya había gente en América. Esa es una de las muchas cosas que llaman la atención y cada país actual del continente tiene su propia mística oficial al respecto. México tiene una relación tortuosa (en el mejor de los casos, nula en el peor) con su pasado, principalmente por el mal hábito de quejarse primero e investigar después, de culpar primero y no tratar de resolver después.

La diferencia fundamental entre las historias ficticias y la Historia con mayúscula es que la segunda no sigue una estructura narrativa de arco: no hay un fin último de la Historia donde todo se desenlace. Lo hacemos artificialmente para que sea entendible y narrable, separando la Historia en historias chiquitas que tengan arcos que terminan. Así contamos que la Revolución Francesa termina con la abolición de la monarquía, la Guerra de Secesión termina con el fin de la esclavitud y que la Conquista tiene su desenlace con la independencia de de México. Y ganaron los buenos.

Desde luego, todas esas cosas son mucho más complicadas. En la Historia no hay buenos ni malos, ni un momento en que las cosas terminen finalmente. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial (que, por cierto, en Europa la ganó Rusia) no salieron los créditos y todos los villanos fueron castigados y los héroes vivieron felices para siempre. Desde ese día hasta hoy ha a habido un continuo de eventos y personas en sucesión.

Lo mismo con la llegada de los españoles al territorio que hoy ocupa México.

La forma en que se nos enseña esa historia está empapada de los atavismos culturales comunes a todos los americanos, y los particulares a México post-revolucionario. En esa versión, los habitantes de éste lado son todos aztecas y buenos, los españoles son, --obviamente-- extranjeros, capitalistas, blancos y malos. La Malinche nos traiciona a todos y por eso ganan los españoles, pero en 1810 Miguel Hidalgo nos da justicia, revancha y libertad. Pero no todo está bien, sigue habiendo opresión y blancos capitalistas, y en 1910 Zapata et al nos dan ahora sí justicia y libertad. Ah y en algún momento Santa Ana le vende Texas a los gringos.

O algo así, ¿no?

Como siempre, lo que pasó en realidad es bastante más complicado. Comenzando con que México no existía en 1492. El Imperio Azteca era una de muchas entidades políticas y sociales que había aquí y estaba en una estado de guerra y opresión básicamente permanente con sus vecinos. Que por cierto, ni hablaban el mismo idioma ni eran étnicamente iguales. El “padre de la patria” sería, todo caso, Iturbide, pero tampoco es justo ni cierto decir que él tuviera una visión de proyecto nacional que equivaliera al México moderno.

El estado Mexicano como lo entendemos ahora es mucho mas reciente de lo que pensamos normalmente, y es el sucesor del Virreinato de la Nueva España más o menos en el mismo sentido que la Federación Rusa es el estado sucesor de la Unión Soviética. Énfasis en el más o menos.

Termino ofreciendo una disculpa. Cuando dices que hay que celebrar el Día de la Raza por sentir orgullo de nuestras raíces no sé de qué chingados estás hablando.