Monday, August 22, 2011

Bug off!

Cinco kilómetros, celular abandonado y la visita del fásmido de la navidad pasada.

Estaba acostado en mi cama, viendo el techo con ojos apenas abiertos y la mente navegando sin rumbo en su propia infinita vastedad. Entonces, como de la nada, decido con toda certeza que es necesario apagar la luz. Antes de levantarme, vi en el mosquitero una ramita con patas delgadas, que avanzaba balanceándose de un lado a otro.

Era el fásmido de la navidad pasada.

Nunca había visto uno. No en persona. En bicho, pues. Estaba fascinado. Creo que no me habría emocionado más ver un tigre o un elefante. Los fásmidos son criaturas increíbles, y verlo caminando por el mosquitero de mi ventana me pareció de pronto un espectáculo extraordinario, como un amanecer o una tormenta. Es difícil explicarlo. Hay algunas cosas, casi al azar, que me causan un efecto profundo y poderoso-- una especie de fascinación reverente y abrumadora, usualmente relacionada con lo afortunado que soy de poder ver el mundo.

Pensé: 'el hecho de que ésta criatura exista, es intrínsecamente hermoso'.

Está hecho casi completamente de agua y carbono, igual que yo. Y vaga por el mundo igual que millones de fásmidos antes que él. Está hecho de células (cada una una maravilla en sí misma) y de moléculas y de átomos, y de misteriosas partículas subatómicas.

Esa es la parte que me parece especialmente notable: que de entre el caos inimaginable del comportamiento cuántico emergen no sólo átomos estables, sino moléculas, células y fásmidos que caminan por mosquiteros. Y personas que los miran, les toman fotos y luego las publican en un blog, junto con una reseña desquiciada de lo hermoso que el pensamiento científico hace al mundo.

Ese fásmido, igual que yo, el Mar y el Sol es el producto de implacables leyes naturales. Podría no haber fásimidos. Tenemos muchísima suerte, el fásmido y yo, de encontrarnos entre tan grandes probabilidades de que ninguno de los dos existiera.


Sup yo. I'm, like, a phasmid and shit yo.

El fásmido de la navidad pasada caminó y se fue, y puede tomarle unas fotos antes de que siguiera con su seguramente apretada agenda. No es la mejor foto el mundo, pero de cualquier modo era difícil hacerle justicia.

El domingo fui a mi segunda carrera de 5 kilómetros y bajé mi tiempo de la vez pasada. Nada olímpico, pero poco a poco mejora. Además de pasar un muy agradable rato con Puma, al final de la carrera recibí una medalla de cerámica (que parecía una galleta de animalito sobredesarrollada), un plátano y una bebida rehidratante que sabía horrible. Luego hubo una rifa, en la que me gané una inscripción para una primaria. Como ya terminé la primaria y no me daba tiempo de tener un hijo, se la regalé a una señora más precavida.

Y hoy, que me gustaría estar intercambiando mensajes con Puma (que fue a la playa a luchar con focas) mi celular duerme cómodo y fresco en mi cama, mientras yo escribo presuroso cosas de fásmidos, carreras y celulares abandonados.