Monday, February 08, 2010

:(

Semana del cuentín, primera entrega. Cuento del Lunes. Final trágico.

Fermín apretaba la linterna como si colgara de ella mientras su tibia luz amarilla iluminaba las paredes de la cueva y frente a ellos, una oscuridad perfecta los miraba amenazante. Laura, un paso atrás de él, comenzaba a temblar. Tenían los pies mojados, pero ambos sabían que no tiritaban por eso. Toda la secundaría sabía de la cueva y desde su descubrimiento al final de las vacaciones de verano no se había hablado de otra cosa.

Estaba en una ladera entre las raíces de un pino. Era una cueva extraña por varias razones. La primera es que no estaba ahí antes. Posiblemente cueva no sea la mejor palabra describir el túnel por el que Fermín y Laura marchan aterrados. No era de piedra. Era más bien como una gran madriguera de conejo que avanzaba algunos metros en la colina para luego girar a la izquierda y levemente hacia abajo.

La tierra extraída forzosamente para la excavación no estaba por ninguna parte y no había marcas de ningún tipo de maquinaria. El denso bosque de coníferas habría hecho imposible llegar ahí sin usar pies y manos para moverse.

-Por favor Fermín, vamos de regreso...

La verdad es que no estaba tan asustada, pero la situación era demasiado buena como para dejarla pasar y no abrazarlo con fuerza y hablarle al oído. Además, tenía la astucia suficiente para darse cuenta de que eso era justamente lo que Fermín quería: mostrarse fuerte y defenderla de algún peligro imaginario-- y tener de paso una excusa razonable para tomarla de la mano.

Avanzaron un poco más. Y luego un poco más.

Desde luego, las baterías comenzaron a claudicar. Esa linterna tenía años en el cajón de la cocina, prácticamente retirada desde que la nueva caja de fusibles fuera instalada y la luz eléctrica se convirtiera en algo con lo que uno podía contar. Por eso Fermín sabía que podía tomarla sin que nadie notara su ausencia y le hicieran preguntas que era mejor no responder. Las aventuras son así.

Ambos estaban demasiado concentrados en las vicisitudes de la cercanía para reparar demasiado en el hecho de que habían caminado por lo menos un centenar de metros y descendido de manera más o menos constante. La linterna de apagó. Como movida por un resorte, Laura se lanzó a los brazos de Fermín. Silencio.

Podía sentir su corazón latiendo con fuerza contra el suyo, el calor de su aliento, el aroma de su cabello. Ahí, bajo tierra y con las pupilas invisibles dilatadísimas a la oscuridad, con los ojos muy abiertos de algún modo supo que ella los tenía cerrados. Los cerró el también...

Y claro, con la emoción del primer beso ninguno escuchó venir al monstruo. Se los comió a los dos.

Fin.

:(

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