Wednesday, January 27, 2010

For a long shot.

Brevísimo.

Los copos de nieve desaparecían al llegar al suelo, y el viento perezoso apenas movía las ramas desnudas de los árboles, que, en formación militar, marchaban estáticos en las dos filas que enmarcan el camino central del cementerio. Parecían columnas de una inmensa catedral, techada por un cielo gris salpicado esporádicamente por alguna veta más luminosa.

Y por el pasillo de aquel fantástico templo camina una muchacha delgada, que recorre con la mirada triste los mausoleos y las lápidas. Está buscando la tumba de su padre, pero la verdad es que no quiere encontrarla. No sabe que hará ahí, ni siquiera lleva flores. No le gusta rezar. Y no sabe nada del hombre que está enterrado ahí.

De pronto, tiene una vaga sensación de alivio, un consuelo sincero y triste, como el de una mano en el hombro que invita a resignarse y a seguir adelante. Siente una disculpa y la acepta. Nunca llega a pensarlo con precisión, pero sabe en lo profundo de su mente que está en paz con algo.

A veces es bueno ir al panteón a imaginar fantasmas. Eso les gusta más que las flores.

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