Friday, December 04, 2009

Lawless.

Despertó y se dio cuenta de inmediato y con sincero horror que seguía siendo él.
Era una sensación que lo acompañaba cada mañana. Ese sinsabor odioso de comenzar otro día. Y otro. Y otro. Y es que en realidad lo único que le resultaba absolutamente insoportable en un mundo de cosas indiferentes era tener que ser él. No había una sola cualidad redimible en su miserablemente ordinaria, desgarradoramente vacía e insufriblemente llana existencia.

Y todos los días la misma rutina de perro amaestrado, vestirse, salir, fingir ser una persona. Porque en el fondo sabía que él era otra cosa, algo por debajo de un humano. Casi una cosa. Algo que está ahí, ocupando espacio y echándose a perder poco a poco, algo que no tiene ninguna importancia. Algo sin propósito. Ni si quiera vale la pena ponerle nombre.

Y un individuo así no sirve para protagonista, así que vamos mejor a hablar de otra persona. Vamos a hablar del vecino de éste imbécil.

Juan es un tipo alto y delgado, usa lentes y es periodista. Es esposo de Delia y vecino de un imbécil que no tiene nombre. Juan ha escrito dos libros y está esperando un bebé. Todos los días se levanta temprano para hacer ejercicio, y luego se baña y pone café para Delia. Ella se levanta a las ocho. Desayunan juntos y luego se despiden, él le da un beso en los labios y otro en el vientre, luego maneja escuchando noticias camino a la oficina. A veces se fuma un cigarrillo.

Juan tampoco sirve para éste cuento.

Así que lo dejamos en paz con su trabajo, su esposa embarazada y su vecino infeliz, porque ninguno de ellos puede protagonizar la historia que quiero contar.
Porque la historia que quiero contar no es de periodistas ni esposas embarazadas ni vecinos en plena crisis de identidad (le voy a dedicar un paréntesis a redimir al imbécil, se llama Adrian y es músico, está pasando por una mala racha porque dejó la heroína—pero a la larga le va a ir bien, Irene lo va a perdonar y tendrá una vida razonablemente feliz hasta que le de cáncer a los 71 años y se muera de volada), ni siquiera es una historia de personas. O tal vez sí, no sé. A lo mejor ni es una historia. ¿Quizá un chiste? ¿Un ensayo?

-A ver, concéntrate, ¿qué carajos quieres escribir?
-Quiero escribir una entrada de mi blog, y el género no me importa. Quiero escribir por el puro pinche placer de saber escribir.
-Así, nomás. Sin explicación.
-Sí. Así nomas.

Dejó el teclado. Leyó lo que había escrito y le gustó, un poquito. Eso le pasaba con frecuencia, escribir algo y perderle el gusto en media hora. Decidió que era mejor publicarlo cuanto antes, no vaya a ser que cambie de opinión.

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