Tuesday, September 07, 2010

Wit.

En un pérgola había una gárgola esquizofrénica y sin corazón que haciendo gárgaras con un diurético tomó una jícama y me la aventó.

¡Pinche gárgola!

Luego, me miró de reojo y con una sonrisita sardónica me dijo:

-Tu no sabes nada entre el ajo y el veintitrés.

Sacó la lengua, hizo bizcos y se fue. En ese momento me sentí muy confundido y decidí ir por partes: antes que nada recogí la jícama. Se la dí a un perro que pasó por ahí en una motocicleta azul. Luego pensé que era conveniente hacer una de dos cosas, bien fuera buscar a la gárgola para extraer venganza o ir al ministerio público a levantar un acta. Como ya me había desecho de la evidencia, fui en busca de la gárgola.

Descubrí en facebook que las gárgolas del barrio se juntan los miércoles en el boliche de Plaza del Parque. Mi venganza poco a poco comenzó a tomar forma.

Sin embargo, eso nos arrastra a un relato de tórridas pasiones que explora la naturaleza de la soledad. Y a nadie le interesa eso.

Al final, todo mundo aprende una valiosa lección sobre el perdón y la justicia en un dramático encuentro de bolos-- con una sorpendente revelación.

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