Monday, March 29, 2010

oxyMORON

Desde luego, no todos los días son extraordinarios. Hay días que es un gusto estar vivos.

Hay días que no queda de otra.

Sin embargo, la inmensa mayoría de los días caen entre alguno de estos dos extremos. Eso es molesto, los días hacen lo mismo que las personas y persiguen ferozmente una cómoda mediocridad. No me gustan los pisos de en medio-- me gustan los sótanos y las azoteas, las putas y las monjas.

Por eso me gustan las letras, son al mismo tiempo bala y mariposa, que en motín de perfecta disciplina marchan en prosa incendiaria y en verso, eclesiástico o erótico con la misma facilidad y sin hipocresía.

Las letras son versátiles, atraviesan muros y corazones blindados, archivan la palabra de los sabios en muros de piedra lo mismo que las pintas groseras en los baños de una secundaria. Las letras no juzgan o condenan a muerte, hablan de amor de y de inquisiciones, de batallas estelares y de operaciones de las amígdalas.

Tienen nuestra misma naturaleza dual y nos reflejan con la misma implacable imparcialidad con la que Dios nos mira desde todos lados, somos nuestras palabras y las hacemos a ellas tanto como ellas nos hacen a nosotros.

Por eso detenerme a escribir es tan normal y tan especial, tan mundano y tan divino, tan maravillosamente ordinario que no puedo sino detenerme a recuperar el aliento y contemplar con los ojos bien cerrados la minúscula vastedad de mi mente.

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