Tuesday, April 21, 2009

Our time

Ayer mientras yo manejaba mi Honda Civic en la interestatal 57, se cumplían diez años del tiroteo en Columbine.

Es algo que recuerdo con bastante claridad, por que aunque entonces yo tenía 14 años y apenas una borrosa visión del mundo, adiviné en esa noticia algo de gran importancia. No lo supe en ese momento, pero tenía que ver (sospechaba) el espíritu de nuestros tiempos, con la naturaleza de nuestra cultura. Incluso con nuestra naturaleza a secas. De ese evento y otros posteriores, de libros, cervezas demasiado conversadas y desvelos con las pupilas dilatas a la oscuridad, concluí que debía haber algo profundamente errado a cerca de la civilización.

Después del tiroteo, era necesario para la satisfacción de todos que se señalara pronta y eficientemente al culpable. Por que tenía que ser algo, una partícula de nuestra cultura. El heavy metal, los videojuegos, el gobierno, la cafeína. Era culpa de algo, de un producto, de una industria, de un individuo. Tenía que serlo. Era y es aterrador pensar que esas cosas sean producto de todos, el reflejo de nuestra identidad colectiva. Que ellos fueran chicos normales, que el ambiente en el que crecieron no haya sido considerado inapropiado por nadie hasta después, autopsiando el caso.

En realidad, la forma en que entiendo el mundo ahora sigue bastante enmarañada, creo que tengo algo pero no sé aun por dónde comenzar. Más que nunca, vivo en un mundo de detalles, de correlaciones y de apariencias. De comportamientos emergentes, de azar y de causas insospechadas. El mundo me parece ahora más complicado, más bello, mas aterrador, más interesante. Más grande, más efímero.

Bien, no puedo divagar párrafo tras párrafo y eventualmente tengo que escribir de lo que el aniversario de Columbine me llevó a pensar, sin entrar en los detalles de cómo es que llegué a pensarlo. Así que parece no tener relación, pero como dije antes, es una maraña y las correlaciones insospechadas ocurren con alguna frecuencia. Así que voy a hablar, por lo pronto de los rituales de paso. Ya luego haré un cuadro del zeitgeist que tiene a los adolescentes en jaque éstos tiempos y de la relación que tiene eso con ésto. Luego (o quizá solo con una café cargadísimo y los oídos atentos de alguien que me tenga paciencia) elaboraré sobre el hormiguero y el gran complot acéfalo que rige todos los aspectos de la civilización.

Nos hemos quedado sin rituales de paso. En las sociedades del pasado, hubo casi siempre un evento que marcara claramente el final de la infancia.

Carajo, tengo que irme. Mañana seguiré con ésto. Quizá hasta sirva para organizarlo un poco mejor, a pesar de que eso vaya en contra de uno de las principales virtudes del blog como medio, y le quita espontaneidad. En la escritura libre no hay reglas, así que no me lo tomaré demasiado en serio.

Mañana más.

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