Thursday, February 05, 2009

Tall tale

Con una generosa dosis de desdén, el Doctor Mandujano le arrojó el reporte al rostro. El Doctor Duarte enrojeció de pronto, apretó las manos en puños y le dio un derechazo ejemplar a la quijada del oncólogo, las gafas salieron volando. Las enfermeras los rodearon como abejas, y entre gritos y empujones separaron los galenos, ahogando con el ruido su fluido (y creativo) intercambio de insultos.
Mientras tanto, en el cuarto 303, la enfermera mas dulce del hospital mira incrédula y fascinada al paciente, quien con la calma de quien ha vivido muchos años le decía paternalmente- “Y ya te lo expliqué, querida. No es necesario que llames a los de psiquiatría. Yo de verdad soy un vampiro.” La chica sonrió aparentando calma, y ocultando lo mejor posible lo ridículo que resultaba albergar alguna esperanza. “Si quieres” --dijo él-- “te convierto y pasamos unos cuantos siglos juntos”.
Cuando el jefe del hospital hubo disuelto la trifulca del lobby de personal, subió para confirmar por sí mismo qué hacía tan complicado del diagnóstico. Se detuvo en el quicio de la puerta, intrigado y presintiendo algo, sintiendo un escalofrío y viendo la habitación 303 vacía, con las cortinas volando al viento de la noche.

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