Monday, July 30, 2012

Whats the drillio?


Cuando cerré el estuche me dí cuenta (no sin cierto sobresalto) de que sentía un poquito de envidia.

Era, desde luego, una idea bastante tonta. Pero la verdad es que una envidia vaga rápidamente se convirtió en un pensamiento articulado, y luego tomó forma en palabras.

Le tengo envida a mi taladro. Mi taladro pasa la mayor parte del tiempo en un estuche de plástico gris, con dos seguros de metal cromado. Por dentro, el estuche está forrado de espuma negra con la forma precisa para alojarlo cómodamente, junto con su cable y otro estuche más chiquito donde viven las brocas. Es, en cierta forma, muy similar a un ataúd. Como un vampiro, él duerme ahí. Sólo que no está exactamente dormido: está muerto. Sólo está vivo cuando está conectado a la corriente-- es más, sólo cuando el gatillo cierra el circuito que activa el motor y la broca gira. Cuando suelto el gatillo, se muere otra vez.

Entonces, la experiencia del taladro es sólo una: todos sus recuerdos se funden en una única perforación que cambia de dirección y diámetro instantáneamente. No recuerda el tiempo que está en el estuche; para él esos intervalos de muerte no existen. Sólo existe la dicha tranquila y austera de cumplir con su cometido.

Yo, en cambio, no tengo un estuche gris con seguros cromados lleno de espuma negra con un hueco en forma humana donde almacenarme en los periodos de tiempo que separan un evento donde cumplo mi propósito del siguiente.

Pero, ¿cuál es mi propósito? Eso es muy claro, obvio incluso, para el afortunado taladro. No hay ambigüedad en su diseño: está hecho para hacer agujeros. Para meter tornillos, y (en su más exótica tarea) para mezclar pintura cuando en lugar de broca le ponen esa pieza que es parecida a una batidora de cocina. Y, ¿el mío? ¿a mí para qué me diseñaron?

La respuesta, claro, es que a mí no me diseñaron.

El taladro (ese suertudo) fue creado por un ser pensante que le dio un objetivo y lo diseñó para cumplirlo. Sin estuche, yo paso interminables horas despierto tratando de descubrir/elegir mi propósito. A lo mejor mi propósito es diseñar un mejor taladro.

Debo admitir, pese a todo, que ser tanto más libre que un taladro tiene sin duda sus ventajas. Puedo, por ejemplo, escribir sobre estuches y muertes temporales.

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