Time of the year.
Noviembre es mi mes favorito. Siempre lo ha sido. Y como con todas las cosas que me gustan mucho, tengo una relación complicada con Noviembre.
Creo que me gusta por que tiene algo inherentemente melancólico y dulce, como una canción de Edith Piaf, como la sombra del peral en las paredes de madera de mi viejo cuarto, como tener frío, tomar café, terminar un libro magnífico, tirar a la basura unos zapatos favoritos, manejar solo y de noche por una carretera secundaria y detenerte a ver las estrellas por un minuto-- para regresar al coche cuando te comienza a doler la nariz. Pero apagas el estéreo y manejas con la ventana abierta, (idealmente, llovió en la tarde y huele a tierra mojada).
Noviembre tiene algo parecido al viento en la noche, algo misterioso y viejo.
Es un mes de Luna, de cielos grises, de recuerdos. De extrañar cosas que hace mucho no extrañas, de pensar en el año que termina y en el ocaso, piensas en tu infancia, en tu vejez, en los cuentos que un día quieres escribir, en las cosas que habrías dicho y hecho entonces y no supiste cómo.
Es un buen mes para perderse. O para escribir poemas o para ver una película en blanco y negro. Para darle una infusión a un blog abandonado. Y darle las gracias por haber esperado pacientemente tu regreso.
Quiero una taza de té.
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